Abri la puerta y encontrarme con su hedor, su pulcro pero nauseabundo olor.
La horrible rutina de pensar si estará, o no al tomar el picaporte
El profundo miedo, que comienza a dos cuadras de mi casa. Mi paso se
vuelve lento, a medida que me introduzco más y más en los pensamientos, que dejan de lado todo aquello, que considere rozar lo atractivo.
Es como si el temor hiciera que el suelo se volviera pantanoso
y mis piernas se cansen cada vez más, las plantas de mis pies arden, la
puerta, la horrible puerta, color marrón, un marrón ya opaco gracias al
tiempo. Lapso que no tuvo piedad, ciclo que solo piensa en si mismo,
jamás tuvo la consideración, ni la amabilidad de soplar menos en
invierno.
Pero llegado el momento, siempre pienso lo mismo. Abro la
puerta y ahí está, sin hacer un paso atrás, ese horrible espejo que
muestra lo que en verdad soy.
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